¿Cuál es la realidad o el mito en el caso del rockash? ¿Es tan grande el peligro de este material como para despertar la paranoia que se desató desde que las 27 toneladas de rockash que yacen en Arroyo Barril fueron trasladadas desde la planta termoeléctrica de AES Corporation en Guayama, Puerto Rico, en el año 2003?
El rockash es materia de controversia entre ambientalistas y desarrollistas, pero no parecen haber pruebas concluyentes sobre su toxicidad. Para los defensores, se trata de un residuo inorgánico que resulta de la combustión del carbón; que es una materia vítrea amorfa y que el peligro a la salud no es diferente a la irritación ocular producto de una polvareda en la calle o durante una limpieza de la casa.
Pero no se trata de un asunto tan sencillo. La Enviromental Protection Agency establece que las cenizas de carbón contienen metales pesados, tales como níkel, vanadio, arsénico, berilio, cadmio, bario, cromo, cobre, zinc, plomo, selenio y radio. Pero resulta que el suelo que pisamos contiene estos mismos elementos, o sea, que el peligro no estaría solo en el rockash, sino bajo nuestros pies.
Se puede cuestionar que se use el país como depósito de basura mediante tráfico de influencias y soborno, eso no se discute. Todo lo contrario, la sentencia de la corte de Virginia, EE.UU, que condena a la AES a pagar 200 millones al país por el depósito inadecuado del rockash, está de sobra justificada por usar a la República Dominicana como zafacòn.
No obstante, es oportuno determinar si el rockash es un material tan inocuo como cualquier ceniza, o por el contrario tan contaminante que justifique el estado de paroxismo que se apoderó de la opinión pública.
Si vamos a cuestionar que este tipo de residuo se encuentre todavía apilado en Samaná, debemos preguntarnos qué se hace con el rockash de producción local, pues este es el mismo residuo que dejan las termoeléctricas en la República Dominicana, como las Itabo, que funcionan con carbón. Además, el país está inmerso en el proyecto de dos gigantescas termoeléctricas a carbón, lo que quiere decir, que cuando entren a generar, se producirá una constante producción de rockash criollo… y la pregunta es, ¿qué haremos con él?
Si este material fuera tan peligroso, como se denuncia, no se explica que la Food and Drug Administration de los EE.UU permita la venta de carbón mineral para quemar en los populares barbecues. De manera que si alguien quiere producir su propio rockash casero, solo tiene que recoger las cenizas cuando termine el asado. Es el mismo residuo.
Pero no es un asunto solo de barbecue. Los defensores señalan que en los EE.UU se permite el uso del rockash en la industria de la construcción. En ese sentido la American Coal Ash Association cita las aplicaciones que tienen las cenizas de carbón mineral como sustituto del clinker en la fabricación de cemento. El rockash puede reemplazar hasta el 50% por masa del cemento Portland, añadiendo fuerza al concreto, a la vez que aumenta la durabilidad y resistencia química.
También se señala su utilidad para la modificación de suelos con fines de agricultura, pues proporciona drenaje a los terrenos arcillosos, haciéndolos productivos.
The American Coal Ash establece claramente que este tipo de residuos, debe cumplir con estrictas normas de construcción, pero que no hay exigencias de tipo ambiental en los EE.UU.
No están claras las razones por las cuales en Puerto Rico prefirieron deshacerse del rockash. Pero los dominicanos debemos dejar de lado la paranoia y aprovecharlo en la industria de la construcción y la agricultura. Es una buena forma de deshacernos del que tenemos apilado… y del que produciremos cuando terminen de construirse las gigantescas termoelectricas de carbón, y usar los recursos logrados con la condena internacional para reforestar el país. Es decir, usar la ceniza mineral para recuperar los árboles que han sido convertidos en ceniza vegetal.
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